Las grabaciones parecen reproducir el sinuoso cauce de un río, al que se suman dos afluentes en las proximidades de dos montañas. Una de ellas es idéntica a la montaña que puede verse hoy en día desde la cueva, con rebaños de cabras montesas pintadas en sus laderas, a ambos lados del cañón en frente del cual se sitúa estratégicamente la cueva de Abauntz.
En la piedra, de 17,5 centímetros de longitud y 10 de anchura, se representan también puentes y animales, entre ellos un gran ciervo y dos pequeños renos o terneros. Además, hay una serie de signos ojivales a los que parecen llegar senderos, y que podría marcar aquellas zonas donde nuestros antepasados iban a recoger setas, o huevos de pájaros, o sílex para elaborar sus herramientas, según ha sugerido Utrilla.