Por el testimonio de muchos viajeros sabemos que la primavera austral
es un maravilloso espectáculo en la costa de Punta del Este.
La Posada Azul Marino se encuentra junto a las playas de la población de
José Ignacio, y para entender el término
“paraíso” basta echar un vistazo a través de
Google Hearth.
Desde el aire, José Ignacio se parece
Peñíscola, un istmo discreto dominando el mar. Pero José Ignacio conserva valores a proteger, como unas playas infinitas sin el menor atisbo de hormigón hasta llegar a Punta del Este.
La actual aldea surgió al abrigo de un estratégico faro. Se trata de una pequeña península que se interna en el mar envuelta en dos kilómetros de arenas y un entorno natural de
lagunas y bosque bajo. A un lado, mirando al oeste, está la
Playa Mansa, con sus pequeños barcos pesqueros y sus mágicos atardeceres.
Al otro lado, mirando al este, la
Playa Brava, ancha y de imponentes olas. José Ignacio debe su nombre a un poblador del lugar que habitó la zona en la época de la conquista española. El Faro homónimo, símbolo del enclave, se levantó en 1877 en el extremo más saliente y rocoso de la península.
La Posada es un reducto de modernidad, de líneas rectas y diseños con vistas al mar que evoca su nombre, un escenario donde la naturaleza ha hecho prevalecer su abrumador encanto. Un hotel seductor, rodeado de jardín y con cuatro salones de lectura y juegos, en el que la tranquilidad y la paz forman parte del equipaje de los viajeros.